Category: Actualidad


Documental que sigue a 80 personas que se presentan voluntarias para participar en el piloto de un nuevo concurso de televisión y que, sin saberlo, están participando en un experimento similar a los que Stanley Milgram realizó en Yale en los años sesenta para estudiar el impacto de la autoridad en la obediencia de la población. Con ellos, Milgram pretendía encontrar una explicación al sometimiento de la sociedad civil alemana bajo el mandato de Adolf Hitler. En este concurso, una glamurosa presentadora ordena a los concursantes que realicen descargas eléctricas a sus compañeros de juego cada vez que éstos fallen las preguntas de un cuestionario. El concurso comienza y, mientras tanto, un grupo de psicólogos analiza los inquietantes resultados. Aunque el concurso es una farsa y las descargas eléctricas no son reales, ni el público en el plató ni los participantes lo saben. Parte del juego les obliga a convertirse en torturadores, realizando descargas eléctricas hasta niveles casi letales. El concurso avanza, la presión del público y de la presentadora es fuerte .¿ Realizarán descargas eléctricas los concursantes?, ¿hasta qué extremo serán capaces de llegar? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer si una figura de autoridad nos lo ordenara? Este controvertido documental generó titulares de prensa por todo el mundo tras su reciente estreno en la televisión francesa. El experimento que muestra El juego de la muerte es una llamada de atención sobre la obediencia ciega a la autoridad y el poder de manipulación de la televisión..

Espero lo disfrutes.

 

MEGAVIDEO – Lo estoy viendo.

 

Seguimos con el mundo de las apariencias con un ,a mi parecer,gran artículo de Alfonso Aguiló en http://www.interrogantes.net

Fuente: http://www.unav.es/capellania/fluvium/textos/documentacion/eti16.htm

La historia del asno y su carga Es muy conocida la historia de aquel labrador que, despatarrado y orondo en su burro, volvía del campo con el hijo, que caminaba detrás. 

El primer vecino con quien se toparon afeó la conducta del labriego: —¿Qué? ¿Satisfecho? ¡Y al hijo que lo parta un rayo!

Apeose el viejo y montó al hijo. Unos cien pasos darían cuando una mujer se encaró con ellos: —¡Cómo! ¿A pie el padre? ¡Vergüenza le debía dar al mozo!

Bajó éste abochornado, y amigablemente conversaban tras el jumento, cuando un guasón les tiró una indirecta: —¡Ojo, compadre, no tan deprisa que se les aspea el asno!

No sabiendo ya a qué carta quedarse, montaron ambos. Andaba cansino el burro el último trecho, y alguien les voceó de nuevo: —¡Se necesita ser bestias!; ¿no veis que el pobre animal va arrastrando el alma por el suelo?

Una preocupación sin sentido La enseñanza del relato es evidente. No se puede andar por la vida constantemente al vaivén de lo que los demás piensen o digan de nosotros. Acabarían por volvernos locos, como casi sucede a este pobre labriego que tardó demasiado en comprender que era imposible complacer a todos aquellos con quien se cruzaba. 

El qué dirán constituye una agobiante preocupación que se abate sobre muchas personas. Puede llegar a ser como una especie de terror a hacer el ridículo, de obsesión por ser como todos que conduce a una excesiva preocupación por la propia imagen que puede llegar a ser realmente perjudicial.

El a veces difícil equilibrio No se trata de ser un tipo raro, distinto a todos, por supuesto. También aquí hay que buscar un equilibrio sensato, para seguir razonablemente las modas pero no ser esclavo de ellas. No se debe sacrificar la libertad de pensamiento a cambio de lograr ser siempre igual a los demás y no llamar la atención. 

Porque hay gente que presume de libertad y de autenticidad, que quizá repite que a ellos nadie les influye, y luego resulta que obedecen sumisamente a costumbres y eslóganes que la moda establece como intocables. Son embaucados por la fascinación de frases o ideas en boga, pero apenas profundizan en ellas.

Nada de lo suyo es propio A este fenómeno se refería Thibon cuando decía que, «para ésos, la verdad es lo que se dice; la belleza, lo que se lleva; y el bien, lo que se hace».  

A esas personas no les angustia el tener o no razón. Les aterrorizaría, sin embargo, pensar cosas que estuvieron ayer de moda pero que hoy no lo están. Les falta estilo. Lo único que saben es elegir, de entre las diversas opiniones que circulan, la que les parece que mejor queda, y consumen su vida sin haber engendrado un pensamiento que puedan decir que es suyo.

Lo peor ser conservador Hay otros que hacen auténticos malabarismos para tomar siempre una postura intermedia, y sobre todo para que nadie les tache de anticuados. Es un extraño complejo de inferioridad que lleva a algunos a estar dispuestos a decapitar todas sus normas morales antes que permitir ser acusados de conservadores, en nombre de no se sabe qué progresía. Para ellos no cuenta el sustrato de su pensamiento, cuenta sólo lo último que han oído o leído.
Esclavos de un escenario O esos otros, que pasan por tremendos sacrificios para tener más poder a los ojos de los demás, o para ganar más dinero y así hacer una mayor ostentación de lujo o de originalidad. 

En ambos casos llevan una vida de cara a la galería que les impide construir su verdadera vida. Y con esas personas tan preocupadas por aparentar, las relaciones familiares o de amistad son siempre difíciles, porque la falta de naturalidad acaba siendo mutua: ellos aparentan ser distintos a como en realidad son, y los demás les pagan con la misma moneda.

A veces no gustamos Hay que comprender, y hay que saber adaptarse a la realidad que nos rodea, en efecto, pero sabiendo que habrá algunas cosas en las que no se debe ceder. Lo digo porque a veces, incluso, la coherencia supone hacer sufrir un poco a los que tenemos alrededor. Es fácil que cualquier decisión de uno tome desagrade inevitablemente a alguien, pero eso no siempre significa que la acción sea mala o inoportuna. Chejov decía que «quien coloca por encima de todo la tranquilidad de sus allegados debe renunciar por completo a una vida guiada por el pensamiento…»
La utilidad de las modas Hablando del qué dirán resulta tradicional poner el ejemplo de la torre y la veleta. De esas torres medievales que desafían al paso de los siglos. A sus pies todo cambia, se mueve, se vende, se compra, pero ellas siguen ahí. 

La solidez de la torre viene a ser el símbolo del carácter firme, de la persona que sabe cumplir su deber. La veleta, en cambio, está en la cúspide, resulta muy vistosa, se mueve a un lado y otro sin dirección fija. Tiene su utilidad, sí: saber hacia dónde va el viento dominante. Igual que las personas sin carácter: sirven para saber cuál es la moda del ambiente en que se mueven, pero para poco más.

El atractivo de lo impersonal Las personas cuyo carácter es como las veletas son menores de edad en cuanto a las razones. Quizá en su interior escuchan muchas voces, pero casi siempre sale ganando alguna de estas: 

«es allí adonde va todo el mundo»;
«eso es lo que todos hacen»;
«nadie piensa así, ¿por qué voy a ser precisamente yo la excepción?».

Mejor atarse uno mismo Algunos arguyen que el qué dirán supone una esclavitud de la opinión ajena, pero también los propios principios y la conciencia suponen una atadura. Es un modo de verlo un poco negativo, pero sin duda hay que elegir entre ambas guías —o ataduras, como dicen— del obrar y del pensar. Pero una es mucho más noble que la otra. Decir de alguien que es dueño de su voluntad y respetuoso con su conciencia es uno de los mejores elogios que pueden hacerse de una persona.
Vulgar servilismo No temas a nadie, teme tan sólo a tu conciencia, decía Toth. Quien para hacer cualquier cosa tiene que mirar de reojo qué están haciendo los demás, qué dicen, qué piensan, o qué opinan de nosotros, se puede decir que es una persona que no pide consejo a su entendimiento sino que está servilmente dominada por el público ante quien actúa.
No es tan raro Muchos adolescentes, por ejemplo, reconocen que empiezan a beber más de la cuenta, o a tomar pastillas que no son precisamente para la tos, o a fumar algo más que tabaco, sin necesidad de sentir especial satisfacción con eso. La razón más fuerte suele ser una de las antes apuntadas: «¿qué quieres que haga?, es lo que hace todo el mundo…» (todo el mundo…, en el mundo en que él se mueve).
Al final el atractivo es lo natural No es que haya que hacer precisamente lo contrario que todo el mundo, para así tener carácter, por supuesto, porque eso sería casi peor, sería como lo del mulo de la anécdota. Se trata más bien de tener una personalidad propia y atreverse a manifestarla así —si es oportuno— aun en medio de un ambiente o ante unas personas que piensan de modo distinto. 

Es verdad que pesa mucho el ambiente, pero en estas lides se templa el carácter y se demuestra la personalidad. Además, es miedo a un ridículo del que probablemente apenas hay riesgo, porque manifestarse con naturalidad ha sido siempre el gran secreto de la amistad y de la buena imagen. Lo que más suele agradecerse de un amigo o una amiga son precisamente esas virtudes que rodean a la verdad: sinceridad, lealtad, naturalidad, sencillez, autenticidad.

Basta pararse a pensar unos pocos minutos para darte cuenta de lo que hacemos  por aparentar más de lo que somos, tenemos, sentimos o cualquier otra acción, que por simplemente mostrar la realidad de lo que somos, tenemos o sentimos, por ejemplo.

Escondidos tras nuestra máscara social

Escondidos tras nuestra máscara social

Vivimos en una época llena de imágenes e ideas hechas patrones. Arque- y estereo-tipos que hacen que vivamos con esa especie de complejo de querer ser quien seguramente no seamos. ¿Por qué no criticar ciertos comportamientos que nos imponemos de forma, a mi parecer, absurda?

He comprobado, de primera mano, que en muchas ocasiones lo que parece ser acaba por no ser exactamente eso mismo; es más, en algunas ocasiones termina por ser casi lo terriblemente opuesto. Así, quien se empeña en hacerte creer lo feliz que está, podría hartarse a llorar todos los días por no ser tan feliz como tú, que también te has esforzado lo tuyo para que tu vida no parezca completamente falta de emoción ante tal vida de american film que tu amigo o amiga se ha trazado.

Poco a poco me estoy convirtiendo en lector habitual de los nicks que nos ponemos (todos) en el famoso programa Messenger. Por un lado, tenemos a los que publican su vida, cada uno con una intención distinta –que va desde los que cuentan todo aquello que les ocurre simplemente por considerarse grandes ombligos de su micro-mundo hasta los que buscan la reacción del otro al ver la indirecta mucho más que directa que ellos han escrito–, y por el otro, los que inventándose una “falsa personalidad” se van vendiendo de forma descarada como si de un producto comercial se tratara; entre los unos y los otros podemos encontrar un gran abanico de imágenes prediseñadas, la mayoría falsas, que ni ayuda –más bien dificulta– al bienestar común ni al entendimiento entre unos y otros.

Este último programa es un simple ejemplo de lo que nos ocurre. Hemos trasladado el mundo de la publicidad a nuestro día a día, con todo lo que ello conlleva. Nos convertimos así en un mercado continuo, donde elegimos lo que nos entra por los ojos y devolvemos en el momento todo aquello con lo que no nos encontramos completamente satisfechos.

Seguramente, todo esto te hará –o por lo menos deberá– darte cuenta de lo poco que vale la pena forzar la imagen que damos a los demás. Una vez más, se puede comprobar que lo natural vence a lo artificial y que vale la pena vivir con la imagen exportada que corresponde a nuestra personalidad, aún en estos tiempos que corren de futuro incierto de nuestro planeta.

Fuente: http://essential-times.blogdiario.com/1170778920/

Construimos casas cada vez más grandes…

Error de rumbo

Error de rumbo

y familias más pequeñas.

Gastamos más…pero tenemos menos.

Compramos más…pero lo disfrutamos menos.

Habitamos en edificios más altos…

con vidas poco profundas.

Vamos por autopistas más amplias…

con mentes cada vez más estrechas.

Tenemos más comodidades…

pero vivimos más incómodos.

Tenemos más conocimiento…

y menos sensatez.

Más expertos…y menos soluciones.

Más medicinas…y menos salud.

Son tiempos de comida rápida…

y de digestión lenta.

De casas fantásticas…con hogares rotos.

De enfadarnos enseguida…

pero de perdonar lentamente.

De salir muy temprano…

y llegar siempre tarde.

Levantamos las banderas de la igualdad,

pero sostenemos los prejuicios.

Tenemos la agenda llena de teléfonos

a los que nunca llamamos.

Estantes repletos de libros que jamás leemos.

Nos gastamos la vida,pero no sabemos cómo vivirla.

Poseemos cada vez más cosas,

y desperdiciamos casi todas.

Atribuido a Rimpoche.

Espero lo hayas disfrutado.

“Un recomendado y excelente documental inspirado en el exitoso film de los hermanos Wachowski.

Matrix

Matrix

La película nos habla del Universo Matrix, enfocada con una visión y análisis filosófico que intenta responder: El quiénes somos, Dónde estamos, Existe el Libre Albedrío, Qué es nuestra “realidad”…ilusión o verdad?Este mini documental, que hace un resumen de la misma trilogía Matrix, acompañada de las ideas de reconocidos filósofos, científicos, cosmólogos, religiosos, entre otros, nos da a conocer singulares e interesantes puntos de vista totalmente actuales, junto a un repaso de las ideas filosóficas de todos los tiempos (Oriente y Occidente), tratando cuestiones intrínsecas vinculadas al Ser Humano y su búsqueda de Sí Mismo.

Espero lo disfrutes

[Vimeo 6647849]